Reflexión (desde el viaje)



Un fémur,  partes de circuito eléctrico de un colectivo abandonado, rollos y retratos. Todos conductores de sensaciones que quedaron dando vueltas en el pensamiento. La instancia del viaje abrió un espacio a la reflexión en torno al registro.
El Hexagrama 46. Sheng / La subida [El empuje hacia arriba]  se compone de dos trigramas cada uno de estos se compone por líneas que son el resultado de la suma numérica entre tres monedas que según la cara descubierta de cada una sumarán 6, 7, 8 o 9. Los números pares dan como resultado una línea que se interrumpe en la mitad y luego sigue, es decir una línea que se parte en dos. Los números impares generan como resultado una línea sin interrupciones, uno podría dibujarla eternamente pero el límite de la hoja lo impide y  el punto final es arbitrario uno decide el corte.
El primer trigrama (inferior) 6/7/9  significa, “abajo Sun, Lo suave, el viento, la madera”; El segundo trigrama (superior) es: 6/8/8 significa “arriba K´un, Lo receptivo, la tierra”. La imagen del Hexagrama es la madera que crece en medio de la tierra. Los números impares 6 y 9 poseen apartados aparte según la posición que ocupen. En este caso el 9 en tercera línea significa “el ascenso entrando en una ciudad vacía” y aquí es donde recuerdo a IBICUY.
Un pueblo desolado, un pueblo-cementerio de belleza cruda que refleja el paso devastador de una inundación que estropeó todo lo que se le puso enfrente y luego que el agua bajo, los restos. Ibicuy remite al olvido y me trae  al recuerdo la primera situación de estudio entorno a “El lugar”. Recuerdo que en ese entonces me toco explorar una cocina y mi elección fue más expeditiva que otra cosa, recuerdo no haber experimentado sensaciones rutilantes. En esta ocasión puedo darme cuenta de la importancia del contexto que a uno lo rodea al registrar, sin duda que el tránsito por el pueblo y sus alrededores fueron sedimentando sensaciones de tedio y densidad que me permitieron ir encontrando el encuadre y lo posible a trasmitir a  través del visor de la cámara.
Un visor de cámara analógica más opaco que el de la digital, un rollo de 36 fotos que es un número compuesto y significa el encuentro de los cuatro elementos,  un número que expresa totalidad.  Ibicuy en guaraní significa “pedacito de tierra”. 
Cada foto cobra un valor particular, no hay lugar para la repetición ni para la ansiedad (aunque caí en la repetición), porque hay un límite de número impuesto por el rollo y este límite lleva a estar más minucioso, como sucede con el “frame” a la hora de montar con un límite de tiempo estipulado. 
En un punto cada foto es un salto al abismo porque luego del “disparo” uno no puede ver lo que capturo y transita la inseguridad cosa que lleva a confiar más en uno mismo y en lo que el ojo decide captar a través del juego perceptivo que sucede dentro de uno. 
Periferia-desolación-restos-rastros-inundación-contrareidad-dualidad-crudo-falsa empatía-extirpar-cazar-disparo-alma.
Recuerdo percibir algunas de las palabras anteriores en los ojos de las personas que decidí retratar. Conviven el semblante facial de las personas y el lugar que habitan. El entorno moldea al sujeto. Resulta interesante el intercambio con las personas, vivenciar sus historias y su realidad para luego ver en la foto la impostación o el intento de una supuesta felicidad.
Vuelven las sensaciones encontradas y lo contradictorio ¿Se transita una falsa empatía con las personas para robarles un gesto, para realizar ese registro? ¿Por qué satisfacer el placer de lo ominoso, del morbo, del misterio, de lo perverso con el dolor y la violencia sufrida por una persona? ¿Cuál es el límite del registro? Siento que Ibicuy y las personas que lo habitan sufrieron el paso de la inundación como todos sufrimos el paso de la vida. Luego las aguas bajaron y quedaron los restos. Nosotros como equipo de registro fuimos y escarbamos en lo desenterrado, en donde ya hurgar es un exceso, un vicio, es gula. A su vez a ciertas personas les gusta contar su historia a la cámara ¿Por qué?
La cámara parece estar reposando en observación desde la oscuridad para salir y capturar ese instante preciso de lo que a priori no está para ser mostrado. Recuerdo una frase de una compañera: “La tortura del registro”.
Recuerdo que a la salida de una de las casas donde logramos entrar e interactuar con personas, un perro de gran tamaño acechaba a otro más pequeño. Se trenzaron de tal forma que el más pequeño fue sometido. La escena fue poniéndose cada vez más violenta. Al gran perro se le veían los colmillos, la baba chorreaba de su boca y todos pensamos que iba a lastimar al de su misma especie. Una posible  analogía sobre los vínculos entre personalidades.
No saque esa foto, no tenía la cámara encima, me costó liberarme del autocastigo por no tener la cámara lista. El instante preciso sucede una vez y luego desaparece. Hay instantes que quedan impresos en la memoria pero los que están para ser capturados por la cámara no pueden escaparse.
Recuerdo “Espejo” de Tarkovsky y la escena final en la cual la cámara va desapareciendo en las profundidades de un bosque y a lo lejos, fuera del bosque, se ve una anciana con niños que caminan sobre el pasto en dirección hacia algo esperanzador  y todo se funde a negro con la cámara nuevamente en la oscuridad.
Por debajo de la superficie a la que llamamos vida: ¿Subyace el proceso de la muerte?
A lo que llamamos muerte ¿Es un momento o más bien el proceso donde sucede la vida?...















Comentarios

  1. muy bueno. me enacanta que hicieras catarsis en el bajar cuestiones varias. paralelos con tps anteriores, iching, cuestionamientos morles como realizador, metaforas sacadas de la experiencia. si, señor

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

La mesa esta servida